Como ha señalado el historiador Santos Juliá la guerra civil española de 1936 a 1939 fue varias guerras a la vez. "Fue desde luego lucha de clases por las armas, en la que alguien podía morir por cubrirse la cabeza con un sombrero o calzarse con alpargatas los pies, pero no fue en menor medida guerra de religión, de nacionalismos enfrentados, guerra entre dictadura militar y democracia republicana, entre revolución y contrarrevolución, entre fascismo y comunismo".3
A las partes del conflicto se las suele denominar bando republicano y bando sublevado:
- El bando republicano estuvo constituido en torno al gobierno de España elegido democráticamente, formado por el Frente Popular, que a su vez se componía de una coalición de partidos republicanos —Izquierda Republicana y Unión Republicana— con el Partido Socialista Obrero Español, a la que se habían sumado los marxistas el Partido Comunista de España, POUM, el Partido Sindicalista de origen anarquista y en Cataluña los nacionalistas de izquierda encabezados por Esquerra Republicana de Cataluña. Era apoyado por el movimiento obrero y los sindicatos UGT y CNT, aunque ellos lo que perseguían era realizar la revolución social. También se había decantado por el bando republicano el Partido Nacionalista Vasco, cuando las Cortes republicanas estaban a punto de aprobar el Estatuto de Autonomía para el País Vasco.
- El bando sublevado, que se llamó a sí mismo bando nacional, estuvo organizado en torno a gran parte del alto mando militar, institucionalizado inicialmente en la Junta de Defensa Nacional sustituida por el nombramiento del general Franco como Generalísimo y Jefe del Gobierno del Estado, y se apoyó en el partido de inspiración fascista Falange Española, la Iglesia Católica y la derecha conservadora —monárquicos alfonsinos, cedistas y carlistas—. Socialmente fue apoyado, principalmente, por aquellas clases a las que la victoria en las urnas del Frente Popular —que iba a continuar con las políticas reformistas del primer bienio de la Segunda República Española— les hizo sentir peligrar su posición social, y estaban del anticlericalismo y de un posible estallido de la revolución del proletariado. Como ha señalado el historiador norteamericano Edward Malefakis, "en la España de 1936, aunque una parte de los militares iniciara la contienda, la guerra no puede definirse —como a veces sigue haciéndose— como la lucha de los militares —o del Ejército más un puñado de terratenientes ricos y jerarcas eclesiásticos— contra el resto de la sociedad. Sin el apoyo de muchos españoles -en especial de las clases medias y altas, pero también de las humildes: millones de pequeños propietarios y gente religiosa-, el alzamiento no se hubiera convertido en guerra civil, pese a la mayor eficacia militar con que los rebeldes contaban al principio".4
Las consecuencias de la Guerra civil han marcado en gran medida la historia posterior de España, por lo excepcionalmente dramáticas y duraderas: tanto las demográficas (aumento de la mortalidad y descenso de la natalidad que marcaron la pirámide de población durante generaciones) como las materiales (destrucción de las ciudades, la estructura económica, el patrimonio artístico), intelectuales (fin de la denominada Edad de Plata de las letras y ciencias españolas) y políticas (la represión en la retaguardia de ambas zonas —mantenida por los vencedores con mayor o menor intensidad durante todo el franquismo— y el exilio republicano), y que se perpetuaron mucho más allá de la prolongada posguerra, incluyendo la excepcionalidad geopolítica del mantenimiento del régimen de Franco hasta 1975.
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